Por Fernando Alvarado
La empresa constructora de autopartes Yasaki da trabajo a 900 empleados, en su mayoría jóvenes que no superan los 35 años y que proceden de todo el departamento. Luego de una huelga realizada en el mes de agosto de este año, la empresa recalificó a sus empleados como autopartistas (antes pertenecían al rubro electrodomésticos).
Claro que esto no fue fácil; se llevaron a cabo extensas negociaciones con el gremio de Unión Nacional de Trabajadores Metalúrgicos, Ramos y Afines (UNTMRA) y el ministro de Energía y Minería, Roberto Kreimerman. Los trabajadores pasaron de ganar once mil a catorce mil pesos mensuales.
Trabajan de lunes a viernes con nueve horas de trabajo. Se les da un almuerzo en un descanso de media hora todos los mediodías. Pero la empresa de origen japonesa sigue incumpliendo lo que prometió al gobierno nacional y departamental y al Banco de Seguros del Estado. No hay rotación de los empleados, quienes deberían trabajar un máximo de tres horas haciendo el mismo trabajo repetitivo, porque de lo contrario corren el riesgo de padecer tendinitis.
Detrás de las blancas e impolutas paredes, la empresa no ha parado de avasallar los derechos de los trabajadores con un especial énfasis en las mujeres. EL ECO investigó esta larga trama de abusos que desde agosto, cuando se produjo la recategorización, no ha parado de repetirse.
Los integrantes del gremio se hacen valer y en la empresa “les tienen miedo”- contó una joven mujer que viene sufriendo dolores en un brazo-. “Hace un tiempo vengo con el problema en el brazo, pero tengo hijos y los tengo que mantener. Ya lo saben (en la empresa) y cuando me duele demasiado el jefe de mi sección me dice ‘andá al hospital y que te pongan la pomadita. Y tratá de trabajar, porque si vas al Seguro de Paro perdés todos los derechos y cuando vuelvas te echamos’ ”.
Este proceder es moneda corriente entre los jefes de la firma. Hace poco, una empleada cayó al piso con convulsiones y cuando sus compañeros quedaron inmóviles por la sorpresa y el nerviosismo, el jefe les dijo “¿qué están haciendo?, no tiene nada, se hace la viva, sigan trabajando”. Ante esto, los empleados pararon la Planta y denunciaron a este jefe. “Pero después los 20 empleados que lo habían denunciado fueron bajados de categoría y los pusieron a trabajar sin rotación”.
Respecto a este tema “cada 24 horas un empleado se enferma de tendinitis y como varias veces faltan obreros, no hacen la rotación”. Cuenta una joven mujer que “a mí me tuvieron nueve horas haciendo lo mismo y me hice pelota el brazo, ahora me dan calmantes y pronto me colocan un yeso, voy derecho a una tendinitis”.
En la ciudad, suelen verse mujeres con un yeso en el brazo, claro signo de la enfermedad.
Otra mujer declaró que “a una compañera que trabajaba aquí y tiene 35 años la han operado varias veces y tiene un bulto en el brazo, no puede trabajar nunca más en nada, cobra cuatro mil pesos ahora”.
Muchos empelados se acogen en el Seguro de Paro, pero la empresa les advierte que pierden todos los privilegios “y la presión después es tan grande que terminan haciendo renunciar al trabajador”. SEMANARIO ECO